"..como todos los grandes viajeros, yo he visto más cosas de las que recuerdo, y recuerdo más cosas de las que he visto"
A pesar de este confinamiento que nos ha condenado a ser anti-nómadas y evitar en lo posible ir más allá de lo que alcanza nuestro horizonte (que ahora suele ser la pared), podemos seguir viajando. Con la imaginación, o vicariamente con los viajes de otros.
Cada vez son más las personas que viajan en crucero, y además que repiten, según las estadísticas más del 50% de los que lo han probado vuelven.
Una de las ventajas de viajar en crucero es que deshaces una vez la maleta, lo cuelgas todo en el armario y no tienes que estar abriendo y cerrando el equipaje aunque vayas de un sitio a otro.
Nuevos proyectos, nuevas ideas, el turismo tiene que renovarse o morir y adaptarse a todos los gustos y bolsillos. Hay que ofrecer cosas nuevas y de calidad, y partiendo de estas premisas salen cosas nuevas.
A primera hora no ha comenzado el trasiego del puerto, pero poco a poco las barcas empiezan a salir a mar abierto, las terrazas y el mercado comienzan a montarse, Marsaxlokk despierta. Pronto, un radiante día nos dejará apreciar en toda su luminosidad la estampa del pueblo de pescadores más colorido de Malta, Marsaxlokk . El nombre de esta villa marinera proviene de la unión de dos palabras maltesas: ‘marsa’ (puerto) y ‘xlokk’ (sureste), que hace referencia al viento siroco que frecuentemente azota esta zona de la isla